ALIMENTACIÓN

1. Administrar cantidades de agua suficientes

Siempre se debe dejar a libre disposición del perro agua potable fresca, y renovarla frecuentemente, teniendo en cuenta que el consumo medio es de 60ml por kilogramo de peso corporal y por día, y que esta cantidad es mayor en cachorros, en perras que están amamantando, y en período de trabajo. Un perro de 12Kg necesitará entonces aproximadamente de 3/4 litros de agua diaria, según esta fórmula.

2. Respetar las transiciones alimentarias

Toda modificación de la dieta del perro debe hacerse de manera progresiva, a lo largo de una semana, para permitirle adaptarse desde el punto de vista gustativo, digestivo, y metabólico, y para dar tiempo a su microflora intestinal (mucho más íntimamente relacionada con lo que come que la del hombre) de reconstituirse específicamente en función del nuevo alimento.

3. Asegurar al perro comidas regulares

El perro sólo está contento si recibe todos los días, a la misma hora, en el mismo lugar, y en el mismo comedero, el mismo alimento. Se debe adaptar el número de comidas al estado fisiológico del animal, que debe ser pesado con regularidad.

4. Controlar las cantidades de alimento administradas

Las cantidades distribuidas cada día, calculadas en función del requerimiento energético cotidiano del perro y del contenido en calorías de los alimentos, se deben pesar periódicamente para evitar toda deriva lenta hacia la obesidad. Dichas cantidades se deben adaptar a la evolución del peso del perro, que también debe ser determinado con regularidad.

5. Proporcionar al perro una dieta equilibrada

El alimento, ya sea casero o industrial, debe contener todos los nutrientes que el perro necesita, en cantidades satisfactorias y en las proporciones adecuadas para su tamaño (perro pequeño, mediano, o grande), su estado fisiológico (mantenimiento, reproducción, deporte), su edad (cachorro, adulto maduro, perro de edad avanzada), incluso a su eventual estado patológico (problemas de salud).

6. Elegir correctamente el alimento del perro

La elección del alimento que se dará a un perro no es una decisión trivial, y deben prevalecer los criterios de equilibrio nutricional. Tres criterios fundamentales intervienten en la elección de un buen alimento para un perro: su edad, su nivel de actividad física o fisiológica, y su tamaño.

7. Utilizar el alimento de manera racional

La manera de administrar el alimento cuenta tanto como el contenido del mismo. Si se utilizan alimentos industriales, es esencial seguir correctamente el modo de empleo del fabricante. Con respecto a la alimentación casera, se deben rechazar ciertas expresiónes, nulas y sin valor para el perro, tales como "come lo que yo como", "come lo que quiere", "sólo quiere eso", etcétera. Por otra parte, las sobras de la mesa, las golosinas, los dulces, el chocolate, y los pasteles no deben formar parte de la alimentación de un perro (es mejor utilizar pequeños restos de queso, por ejemplo).

8. Mantener un nivel de higiene satisfactorio

Los alimentos industriales ofrecen las mejores garantías de salubridad higiénica y, utilizados correctamente, no presentan ningún riesgo de intoxicación alimentaria. Las latas abiertas y los alimentos frescos o descongelados se deben conservar en el refrigerador, mientras que las croquetas se deben mantener en la bolsa cerrada, en un lugar seco. Si el perro no termina su comida, hay que desechar los restos. Por último, hay que limpiar el comedero a diario.

9. Controlar los resultados individuales

Se deben controlar la eficacia del racionamiento y su adecuación para el perro, basándose en elementos tan simples como la calidad de su pelaje y de sus excrementos, su apetito, y su comportamiento cotidiano.

10. No dudar en recurrir al veterinario

Debido a su formación, el veterinario es también el dietista del perro, tanto en su vida cotidiana como cuando está enfermo. Es necesario consultarlo en caso de falta de apetito o bulimia durables, adelgazamiento o aumento de peso anormales, diarrea o estreñimiento persistentes, trastornos físicos o conductuales preocupantes, así como por todas las valoraciones importantes de la sed o del apetito, que pueden ser signos precursores de una enfermedad general y requieren un examen detenido del perro.

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